
El peligro de las ilusiones colectivas
Colombia enfrenta una paradoja nacional: a pesar de sus evidentes problemas de inseguridad, corrupción, desigualdad y limitados logros en muchos ámbitos, prevalece una narrativa optimista que refuerza la idea de que somos una potencia en diferentes áreas. Este fenómeno, que podría clasificarse como una ilusión colectiva, no solo es una distorsión de la realidad, sino que también representa un peligro para el desarrollo del país.
En el país es común escuchar frases como “somos el mejor país del mundo” o “tenemos los mejores recursos y talentos”. Sin embargo, indicadores internacionales sobre calidad de vida, corrupción, acceso a derechos básicos y seguridad desmienten estas creencias. Este contraste entre la percepción y la realidad no es un simple error cognitivo, sino un fenómeno colectivo que, en el largo plazo, puede perpetuar los problemas estructurales.
El sociólogo Émile Durkheim introdujo el concepto de representaciones colectivas, que son creencias compartidas por una comunidad y que a menudo trascienden la evidencia objetiva. En el caso colombiano, la ilusión colectiva de ser una potencia futbolística o vivir en un “paraíso natural” funciona como un mecanismo para unificar al grupo frente a las adversidades. Sin embargo, estas ilusiones desvían la atención de los problemas reales y generan complacencia, dificultando las soluciones efectivas.
Taylor y Brown, en su trabajo sobre el sesgo de optimismo, argumentaron que las personas tienden a percibir su futuro y entorno de manera más positiva de lo que las circunstancias justifican. Este optimismo defensivo, en el caso de los colombianos, puede ser una respuesta al estrés y la incertidumbre generados por décadas de conflicto armado y desigualdad. Sin embargo, al priorizar la percepción optimista sobre la realidad, se posterga la acción para enfrentar los problemas.
Henri Tajfel, en su teoría de la identidad social, propuso que los individuos tienden a valorar de manera desproporcionada a los grupos a los que pertenecen. En Colombia, este sesgo de superioridad grupal se manifiesta en la sobreestimación de nuestras capacidades en deportes, cultura o recursos naturales. Este fenómeno puede llevar a una falsa sensación de logro que inhibe la autocrítica y, por ende, el progreso colectivo.
El sociólogo Zygmunt Bauman, al hablar sobre la modernidad líquida, señaló que las fantasías compensatorias surgen como una forma de lidiar con la incertidumbre y las frustraciones de la vida contemporánea. Para muchos colombianos, la idea de un país idealizado actúa como un refugio frente a la realidad de inseguridad, corrupción y desigualdad. Sin embargo, esta fantasía también dificulta la capacidad de reconocer las fallas estructurales que necesitan ser atendidas.
Antonio Gramsci, en sus estudios sobre la hegemonía cultural, explicó cómo las élites utilizan la educación, los medios y las narrativas culturales para perpetuar un control ideológico. En Colombia, el discurso oficial promueve un patriotismo ciego que exalta las virtudes del país mientras minimiza o ignora sus problemas. Esta doctrina social no solo perpetúa el conformismo, sino que también desalienta la movilización ciudadana para exigir cambios.
Ross y Ward desarrollaron el concepto de realismo ingenuo, según el cual las personas creen que su percepción de la realidad es objetiva y quienes no están de acuerdo están equivocados. En Colombia, esta mentalidad refuerza la narrativa de que los críticos del país son “antipatriotas”, dificultando el debate honesto y la confrontación de las problemáticas nacionales.
La ilusión colectiva de que Colombia es una potencia en diversas áreas no solo es una distorsión de la realidad, sino un obstáculo para el desarrollo. Es fundamental que como sociedad nos enfrentemos a esta paradoja, aceptemos nuestras limitaciones y trabajemos colectivamente para transformar la narrativa en resultados tangibles. Solo a través de una autocrítica honesta y un compromiso con la verdad podremos construir un país que no solo sea idealizado, sino realmente digno de admiración.
Durkheim, É. (1912). Las formas elementales de la vida religiosa.
Taylor, S. E., & Brown, J. D. (1988). “Illusion and well-being: A social psychological perspective on mental health”. Psychological Bulletin.
Tajfel, H. (1979). “Social identity and intergroup behavior”. European Journal of Social Psychology.
Bauman, Z. (2001). Modernidad líquida.
Gramsci, A. (1929). Cuadernos de la cárcel.
Ross, L., & Ward, A. (1995). “Naive realism in everyday life”. Advances in Experimental Social Psychology.
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