¿De verdad queremos un Mundial en un país que trata a los latinos y migrantes como enemigos?

¿De verdad queremos un Mundial en un país que trata a los latinos y migrantes como enemigos?

Mientras los amantes del fútbol se preparan para la fiebre de la Copa Mundial 2026 en Estados Unidos, México y Canadá, surge una pregunta incómoda que muchos prefieren esquivar:
¿Merece Estados Unidos ser anfitrión de una fiesta global cuando su política migratoria y su trato a los latinos, africanos y musulmanes bordean la vergüenza internacional?

Porque una cosa es llenar estadios con música, fuegos artificiales y promesas de inclusión y otra muy diferente es lo que pasa afuera en las calles con las redadas, deportaciones express, discriminación estructural y un sistema que sigue viendo a los “otros” como sospechosos antes que como invitados.

La FIFA como siempre, calla. No importa si el “Fair Play” que predica en sus pancartas es una burla grotesca en comparación con la realidad social de su flamante sede.

Que no se nos olvide que la FIFA otorgó la sede de 2026 a Estados Unidos sabiendo perfectamente que ese país estaba (y está) sumido en una profunda crisis de derechos humanos en su trato a migrantes. Sabían de las cárceles improvisadas, de los niños separados de sus familias en la frontera, de los discursos oficiales que pintan a los latinos como delincuentes y a los musulmanes como terroristas en potencia.

¿Qué hizo la FIFA ante todo eso? Nada. ¿Qué hizo la FIFA ante los escándalos migratorios que explotan cada día? Siguió firmando contratos millonarios y diseñando estadios como si el mundo fuera una postal bonita.

La hipocresía es brutal, se habla de “unir al mundo a través del fútbol” mientras se celebra un evento en un país que levanta muros, encarcela menores de edad en centros de detención y tiene zonas enteras donde ser latino, árabe o africano es una condena silenciosa.

El peligro real para el hincha, ir a Estados Unidos a ver partidos no es simplemente un viaje de turismo deportivo. Para miles de personas —latinos, caribeños, africanos, árabes, asiáticos— representa un riesgo real, no es paranoia… Basta una detención aleatoria, una revisión migratoria abusiva, una confusión de nombres o un simple perfilamiento racial para convertir una experiencia soñada en una pesadilla kafkiana.

Hay quienes tienen visas legítimas, entradas legítimas, planes de viaje claros y aún así son retenidos en los aeropuertos, interrogados como criminales y en algunos casos, deportados sin siquiera haber pisado el país más allá del salón de migración.

¿Vale la pena invertir miles de dólares en boletos, pasajes y estadías para ir a un país donde la bienvenida depende del color de tu piel o tu apellido? Porque eso es exactamente lo que está pasando y pensar que durante el Mundial será diferente es una ingenuidad peligrosa.

FIFA: ¿Cómplice o simplemente indiferente?

La FIFA no es tonta. Es una de las organizaciones más poderosas (y cuestionadas) del mundo. Sabe exactamente lo que significa poner el Mundial en Estados Unidos: Un mercado gigantesco, patrocinios multimillonarios, estadios de lujo, infraestructura lista y ¿seguridad? para los de siempre tal vez.

Lo que no parece importarle es la dignidad de los aficionados, el verdadero espíritu del fútbol como fenómeno popular y humano.

Cuando Qatar fue sede en 2022, hubo (con razón) una avalancha de críticas sobre derechos laborales, libertades individuales y discriminación. Pero ahora con Estados Unidos, el silencio es ensordecedor.
¿Será que cuando el dinero es suficiente, la moral se vuelve opcional?

¿Y los hinchas latinoamericanos? ¿Y los africanos?

Latinoamérica, África y Asia han sido históricamente la sangre vital del fútbol. Son los continentes donde el balón no es un negocio: es vida, es escape, es identidad. Y son los mismos cuyos ciudadanos corren el riesgo de ser humillados al tratar de entrar a un país que cada vez cierra más sus puertas.

¿Cómo se siente un hondureño, un guatemalteco, un boliviano sabiendo que puede ser interrogado como si fuera un delincuente solo por su nacionalidad? ¿Cómo se siente un nigeriano, un marroquí o un pakistaní cuando sabe que puede ser detenido “por precaución”?

El Mundial debería ser un espacio de encuentro, no de exclusión, pero en Estados Unidos, el mensaje parece ser claro: “Te queremos en el estadio, pero no te queremos en nuestro país.”

La Copa Mundial 2026 será, sin duda, un espectáculo deslumbrante. Grandes ciudades, marketing apabullante, estrellas globales y goles que nos harán gritar, pero todo ese brillo no puede ni debe ocultar la otra cara, la del inmigrante que será humillado en un control de carretera, la del fanático que será tratado como sospechoso en un aeropuerto, la del hincha que, aun con todo en regla, vivirá con miedo de ser deportado. Estados Unidos organiza el Mundial en nombre de la inclusión, mientras en sus calles y aeropuertos se respira exclusión.

Es hora de que dejemos de tragarnos el cuento bonito, hora de preguntarnos seriamente si el fútbol puede seguir sirviendo de tapadera para políticas inhumanas, la pelota puede rodar donde quiera.
Pero la dignidad no debería ser sacrificada nunca en nombre del negocio.

@revistasinapsis

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